Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 3, 2-6
Hermanos:
Seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes.
Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras. Al leerlas, se darán cuenta de la comprensión que tengo del misterio de Cristo, que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas.
Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio.
Palabra de Dios.
La estrella de Jesús, la estrella de Dios, quiere iluminar a toda persona que viene a este mundo. Jesús no fue entonces sólo de los judíos, como ahora no es sólo de los católicos. La luz del evangelio es una luz universal, católica; el sol de Jesús sale cada mañana sobre buenos y malos, indistintamente. La Epifanía es la fiesta de la universalidad de la Iglesia de Cristo, su manifestación al mundo entero. Somos cada uno de nosotros los que tenemos que decidir en cada momento si queremos, o no, dejarnos iluminar por la luz de Cristo. Sin distinción de lenguas, razas, sexos, o economías. Así lo predicó siempre San Pablo y bastantes disgustos y persecuciones le costó esta defensa de la universalidad de la Iglesia de Cristo. En este día de la Epifanía del Señor agrandemos nuestro corazón cristiano, para que puedan caber en él todas las personas de buena voluntad. Todos somos, potencialmente, coherederos de Cristo. No recortemos, con actitudes exclusivistas, o xenófobas, las alas universales de la Iglesia católica de Cristo.
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