Lectura de la primera carta de san Juan 3, 11-20



Hijos míos:
La noticia que oyeron desde el principio es ésta:
que nos amemos los unos a los otros.
No hagamos como Caín, que era del Maligno
y mató a su hermano.
¿Y por qué lo mató?
Porque sus obras eran malas,
y las de su hermano, en cambio, eran justas.

No se extrañen, hermanos, si el mundo los aborrece.
Nosotros sabemos que hemos pasado
de la muerte a la Vida,
porque amamos a nuestros hermanos.
El que no ama permanece en la muerte.
El que odia a su hermano es un homicida,
y ustedes saben que ningún homicida
posee la Vida eterna.

En esto hemos conocido el amor:
en que Él entregó su vida por nosotros.
Por eso, también nosotros
debemos dar la vida por nuestros hermanos.
Si alguien vive en la abundancia,
y viendo a su hermano en la necesidad,
le cierra su corazón,
¿cómo permanecerá en él el amor de Dios?

Hijitos míos,
no amemos con la lengua y de palabra,
sino con obras y de verdad.
En esto conoceremos que somos de la verdad,
y estaremos tranquilos delante de Dios
aunque nuestra conciencia nos reproche algo,
porque Dios es más grande que nuestra conciencia
y conoce todas las cosas.

Palabra de Dios.

San Juan es el evangelista que más nos habla del amor, del amor de un seguidor de Jesús. Parte de algo evidente para él, y como eco claro del mandamiento nuevo de su Maestro: “La noticia que oyeron desde el principio es esta: que nos amemos unos a otros”. Y enumera las consecuencias que de él se derivan, de las que entresacamos algunas. El que ama ha pasado de la muerte a la vida y el que no ama permanece en la muerte. Y con una expresión realmente fuerte asegura: “El que odia a su hermano es un homicida”. Es decir le causa la muerte, porque no le ofrece el amor, la auténtica fuente de la vida.
No se olvida tampoco de aclararnos de dónde nos brota a los cristianos el amor y la fuerza amatoria para amar a los hermanos: de Jesús, que nos has amado primero y como buena prueba de ello “entrego su vida por nosotros”. Si nos sentimos amados por Jesús nos es mucho más fácil amar a nuestros hermanos y no cerrarles nuestras entrañas. Y no solo de palabra sino también de obra, “ayudando al hermano en necesidad”.

P. Juan R. Celeiro

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