Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 5, 1-4



Queridos hermanos:
Exhorto a los presbíteros que están entre ustedes, siendo yo presbítero como ellos y testigo de los sufrimientos de Cristo y copartícipe de la gloria que va a ser revelada. Apacienten el rebaño de Dios, que les ha sido confiado; velen por él, no forzada, sino espontáneamente, como lo quiere Dios; no por un interés mezquino, sino con abnegación; no pretendiendo dominar a los que les han sido encomendados, sino siendo de corazón ejemplo para el rebaño. Y cuando llegue el Jefe de los pastores, recibirán la corona imperecedera de gloria.

Palabra de Dios.



El apóstol habla en primera persona y se presenta como «testigo de los padecimientos de Cristo», «copartícipe de la gloria que va a ser revelada». Vienen, a continuación, algunas recomendaciones, con las que Pedro desea compartir con los responsables a los que dirige la palabra el peso y el honor de las responsabilidades que Jesús ha puesto sobre sus hombros. Las invitaciones a apacentar, a vigilar y a ser modelos para el rebaño se suceden con machacona insistencia: señal de que el apóstol no transmite algo de su propia cosecha, sino una misión que le ha sido confiada para ser compartida y participada. No es el interés, sino el amor, lo que debe animar y sostener a los «responsables», es decir, a los que han sido llamados en la Iglesia a ejercer un ministerio de guía. Su espiritualidad es la del servicio total, la plena entrega y la fidelidad incondicionada. Hay una promesa: a los que permanezcan fieles hasta el final se les asegura «la corona de gloria», y será el Pastor supremo quien los corone.


P. Juan R. Celeiro

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