¿Quieres vivir la Cuaresma?



-No seas sordo a la Palabra de Dios. Procura asistir
todos los días a la Eucaristía. Si, te resulta difícil,
procura cada día leer un momento la Palabra de Dios

-No pienses que, en todo, llevas la razón. La conversión
exige un cambio de corazón, de mente, de actitudes: humildad.

-Reza un poco más. La meditación es saludable e, incluso,
necesaria para el ajetreo que llevamos. ¿Cuánto hace
que no te has retirado en un silencio prolongado
en el interior de una iglesia?

-Confiésate. Uno, desde dentro, no puede ver la fachada
de su propia casa. El sacramento de la reconciliación
te hará ver la grandeza que Dios ha puesto en ti
y la fragilidad que, sin querer o queriendo, existe en ti.

-Haz una obra de caridad. No caviles con los que están
en la distancia. A veces, el ayudar a los que nos quedan lejos,
se puede convertir en válvula de escape para no
comprometernos con los que tenemos cerca.

-Ama a la Iglesia. Nunca como hoy necesita de cristianos
y de católicos que arrimen el hombro. Recuerda la palabra
de Jesús: “Rema mar adentro”. Tus manos son necesarias.

-Defiende con pasión y con convencimiento tus motivaciones
religiosas. Si almuerzas, en el trabajo, o comes en un restaurante
¿sabes que puedes dar testimonio de lo que eres?
¿Cómo? Guardando vigilia: una imagen o un gesto
vale más que mil palabras!

-Vive con más austeridad estos cuarenta días. Márcate un pequeño
programa para que, la Cuaresma, deje en ti poso abundante.

-No caigas en la tentación de pensar “lo de la Cuaresma
es una tontería”. Cuando no tenemos razones o no queremos
entrar por un camino, buscamos mil excusas.
¿Jesús no se merece un acompañamiento especial
camino del Calvario? ¡Piénsalo!

-Si estás enojado con alguien, no lo dudes, pide perdón.
Si no te lo aceptan tu habrás cumplido y, el peso de la conciencia,
no residirá tanto en ti cuanto en aquellos que no ejercieron
la misericordia contigo. ¡Te sentirás muy bien!

-¿Tienes rencor contra alguien? ¿Estás decepcionado
con alguien por algo? ¡Olvídalo! Da un paso hacia adelante.
Si Dios, siendo como somos, nos perdona. ¿Cómo no vamos
a ofrecer en la misma medida, el perdón y la comprensión
a los que nos rodean?

-Manifiesta públicamente tu fe. Promueve, con signos y palabras,
lo que dices creer. Invita a alguien a la Eucaristía. Incluso,
si llega la hora del Angelus, rézalo. Tal vez te miren… lograrás,
entre otras cosas, ser diferente. ¡Serás bienaventurado!

-No dejes de acudir cada domingo a la Eucaristía. Sin ella,
a muchos cristianos, les ocurre lo mismo que aquel beduino:
“pasaba por una fuente y, mirándola, no quise beber;
más adelante exhausto y sin fuerzas….me di cuenta
de lo necio que fui por haber despreciado aquel
manantial de agua fresca”
¡Feliz Cuaresma 2018!

P. Javier Leoz

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