Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 11, 23-26



Hermanos:
Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente:
El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía».
De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía».
Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que Él vuelva.

Palabra de Dios.

El texto de san Pablo lo dice muy claramente: de la nueva alianza que Dios ha hecho con nosotros a través de la sangre de su hijo. Los sacerdotes del tiempo de Jesús ofrecían al Señor los sacrificios de animales que ofrecían las personas para seguir obteniendo el favor y la protección que Dios les había ofrecido en las antiguas alianzas. A partir de ahora el sacrificio de la vida de Cristo será el sello único y definitivo que garantice el perdón y el amor de Dios hacia nosotros. La nueva alianza se hace con Cristo, por él y en él. Pero, una vez más, debemos decir que recordar y hacer memoria de esto no es sólo un acto de la memoria, sino aceptar un compromiso, el compromiso de ofrecer también nosotros nuestra vida, con la vida de Cristo, para que el reino de Dios pueda hacerse realidad en nuestro mundo. Nuestra vida, unida a la vida de Cristo, debe ser también un sello que garantice el perdón y el amor de Dios hacia nosotros y nuestro compromiso de vivir con Cristo y como él vivió.

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