Novenario para Cuaresma: cómo vivirla

La eucaristía diaria.
Para vivir el inmenso amor que Dios nos tiene
y sentirnos fuertes por la comunión en Él y con Él.

La oración personal.
Para dejarnos modelar por el Señor y tratar de
“tú a tú” con quien tanto nos puede decir.

La penitencia.
Para desintoxicarnos de aquellos elementos
que impiden nuestra sensibilidad religiosa
o nuestra apertura al Creador.

La limosna.
Porque obras son amores. Porque, en el camino
hacia nuestra pascua definitiva, hemos de imitar
aquello que Jesús hizo: brindar amor.

Reflexión.
En un mundo mediatizado por las prisas, los agobios
y el estrés la cuaresma es un tiempo de desierto.
Retirarnos unos minutos a una iglesia o buscar
un espacio de silencio puede ser una buena terapia
para el encuentro personal con Jesús.

Recuperar o reavivar ciertas prácticas devocionales.
El viacrucis, la contemplación de la cruz o la lectura
de la Pasión de Jesús según san Mateo, pueden servir
para preparar una tierra fecunda para la Pascua.

Visitar a un enfermo o restablecer una amistad
que quedó por el camino
esponjarán nuestros corazones y enriquecerán
la bondad de nuestras almas.

Caminar con María.
Para no dejar que, en el camino hacia el calvario,
Jesús vaya solo. María nos ayuda a salir al encuentro
en los numerosos “cristos dolientes” que salen
a nuestro paso. Ella estuvo al pie de la cruz y nos enseña
su fidelidad y su perseverancia.

La Palabra de Dios.
El evangelio, cerca del lugar de descanso o en la sala
de estar, hará que nuestra vida cristiana sea más acorde
a los deseos del Señor. Su Palabra es luz para nuestros pasos.

P. Javier Leoz

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