Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 15, 26--16, 4



A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: -
Cuando venga el Paráclito
que Yo les enviaré desde el Padre,
el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre,
Él dará testimonio de mí.
y ustedes también dan testimonio,
porque están conmigo desde el principio.
Les he dicho esto
para que no se escandalicen.
Serán echados de las sinagogas,
más aún, llegará la hora
en que los mismos que les den muerte
pensarán que tributan culto a Dios.
Y los tratarán así
porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Les he advertido esto
para que cuando llegue esa hora,
recuerden que ya lo había dicho.
No les dije estas cosas desde el principio,
porque Yo estaba con ustedes.

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús no pinta a sus seguidores un mundo de color de rosa. Jesús advierte: los excomulgarán, el que les dé muerte pensará que da culto a Dios...
Creer y seguir a Jesús no es tener un pararrayos que nos libre del dolor.

            “Señor, gracias por decirnos la verdad”
            “Líbranos de la mentira, del engaño”
            “Ayúdanos a aceptar y a decir la verdad, aunque nos duela”


Ante la dificultad, ante el dolor, Jesús nos asegura: Les enviaré desde el Padre al Defensor, al Espíritu. El Espíritu nos da entereza y esperanza, y también ustedes daran testimonio:

            “Envíanos Señor tu Espíritu de verdad y fortaleza”
            “Envía tu Espíritu Defensor a los que ya se doblan”


Con el Espíritu, los malos momentos se convierten en oportunidad para dar testimonio. Los mártires han dado testimonio de fe desde el dolor y la muerte. Muchas personas enfermas, encarceladas, con problemas familiares, laborales y sociales... dan testimonio de su fe, dan testimonio de la grandeza de Dios en la debilidad de su vida.

Inunda, oh Dios, con el torrente de tu audacia
al hombre llamado a ser tu testigo:
que su compromiso a favor de los pobres
y su estar al lado del necesitado y desvalido
ayuden a desvelar tu imagen
de un Dios que aborrece toda iniquidad;
que la experiencia de tu amor en su vida
sea como lluvia y rocio
que hagan fértil la tierra baldía de nuestras desesperanzas;
que la paz de su corazón y de sus palabras
hagan posible el abrazo de todas las ideas y creencias;
y que nos ayude a comprender que el único enemigo del  hombre es que niega o hace imposible al hermano su vocación de amor universal.

Caigan rendidos ante la fuerza de su testimonio
los que defendían la necesidad de la guerra
e incrementaban el poder de las armas aniquiladoras;
que los poderosos de este mundo alcancen a ver en él
que todo poder es corrupción cuando no es servicio desinteresado.
Pues la vida de un desheredado es más valiosa a tus ojos,
Señor, que todas las culturas y civilizaciones
que se sostienen a costa de la miseria de muchos.

¡Jamás nos falte un testigo de tu amor!
Sólo él hará ahondar en la perfecta alegría,
porque cambiará nuestros cultivos de egoísmo
en campos ubérrimos de comunión y amistad;
sólo él conseguirá que sea bendición
la maldición de mutua desconfianza
que hoy pesa sobre el hombre;
sólo él, porque aceptó, con el sacrificio de su vida,
ser sendero de Dios entre los hombres:
aurora de un mundo nuevo bajo el signo de la fraternidad.

¡Bendito el Dios de rostro humano,
único que eleva al hombre al gozo de ser su testigo!
¡Bendito el Dios que nos envía signos clarividentes
de su amor hecho carne, presencia, riesgo!
¡Bendito el Dios que consagra los pasos de su elegido
con el cuenco abundante de la esperanza
que derriba todo muro de lo imposible!

La tierra estrenará nuevo traje de fiesta
allí donde los oídos se abran
a la palabra hecha carne del testigo de Dios.


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