Lectura de los Hechos de los Apóstoles 18, 9-18



Una noche, el Señor dijo a Pablo en una visión: «No temas. Sigue predicando y no te calles. Yo estoy contigo. Nadie pondrá la mano sobre ti para dañarte, porque en esta ciudad hay un pueblo numeroso que me está reservado». Pablo se radicó allí un año y medio, enseñando la Palabra de Dios.
Durante el gobierno del procónsul Galión en Acaya, los judíos se confabularon contra Pablo y lo condujeron ante el tribunal, diciendo: «Este hombre induce a la gente a que adore a Dios de una manera contraria a la Ley».
Pablo estaba por hablar, cuando Galión dijo a los judíos: «Si se tratara de algún crimen o de algún delito grave, sería razonable que los atendiera. Pero tratándose de discusiones sobre palabras y nombres, y sobre la Ley judía, el asunto les concierne a ustedes; yo no quiero ser juez en estas cosas». Y los hizo salir del tribunal.
Entonces todos se apoderaron de Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y lo golpearon ante el tribunal. Pero a Galión todo esto lo tuvo sin cuidado.
Pablo permaneció todavía un cierto tiempo en Corinto. Después se despidió de sus hermanos y se embarcó hacia Siria en compañía de Priscila y de Aquila. En Cencreas, a raíz de un voto que había hecho, se hizo cortar el cabello.

Palabra de Dios.


El apóstol está ante el procónsul Galión, (hermano de Séneca y gobernador de Acaya), acusado por los judíos de promover un culto contrario a la ley. La historia de la Iglesia empalma con la gran historia del imperio romano; es una Iglesia en el tiempo, en el mundo, en medio de políticas y de gobiernos. Pablo fue citado ante la Justicia, acusado de ser un perturbador. El invierno del año 52, quedó bloqueado a causa de la estación rigurosa y no pudo seguir navegando, por lo que fundó en Corinto una comunidad vigorosa. Después de Filipos y de Atenas, fue Corinto la tercera ciudad de Europa que recibió el Evangelio. La predicación de Pablo tropieza con serias dificultades porque no es fácil aceptar el mensaje cristiano cuando se vive en un ambiente de libertinaje, materialismo y placer desordenado, como el que se vivía en Corinto. Pero la dificultad más dolorosa para él es el rechazo de Cristo por parte del pueblo judío, su pueblo, al que quiere con amor de madre. Todos estamos llamados a anunciar el Evangelio en esta sociedad secularizada y materialista en que vivimos, y que se ha alejado de Dios; el Señor nos dice cada día “sigue predicando y no te calles. Yo estoy contigo”. Es una invitación a creer en la Presencia de Cristo en medio de las dificultades cotidianas y vivir con esa certeza.


P. Juan R. Celeiro

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