Lectura de los Hechos de los Apóstoles 10, 25-26. 34-36. 43-48


DOMINGO VI DE PASCUA

El Espíritu Santo era derramado
también sobre los paganos



Cuando Pedro entró a la casa del centurión Cornelio, éste fue a su encuentro y se postró a sus pies. Pero Pedro lo hizo levantar, diciéndole: «Levántate, porque yo no soy más que un hombre».
Después Pedro agregó: «Verdaderamente, comprendo que Dios no hace acepción de personas, y que en cualquier nación, todo el que lo teme y practica la justicia es agradable a Él. Él envió su Palabra al pueblo de Israel, anunciándoles la Buena Noticia de la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos. Todos los profetas dan testimonio de Él, declarando que los que creen en Él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre».
Mientras Pedro estaba hablando, el Espíritu Santo descendió sobre todos los que escuchaban la Palabra. Los fieles de origen judío que habían venido con Pedro quedaron maravillados al ver que el Espíritu Santo era derramado también sobre los paganos. En efecto, los oían hablar diversas lenguas y proclamar la grandeza de Dios.
Pedro dijo: «¿Acaso se puede negar el agua del bautismo a los que recibieron el Espíritu Santo como nosotros? » Y ordenó que fueran bautizados en el nombre del Señor Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedara con ellos algunos días.

Palabra de Dios.


Para los jefes del pueblo y los ancianos es difícil entender cómo unos galileos han sido capaces de curar a un enfermo. Las precauciones ante posibles revueltas son siempre las mismas, maniatar y controlar a aquellos que pretenden cambiar las cosas. El encarcelamiento de los apóstoles parece un calco del que sufrió Jesús. Los seguidores del Cristo resucitado se defienden: ¿cómo es posible que nos detengán por haber hecho el bien? Algo, que se repite en nuestro tiempo. Y es que hacer el bien no siempre es “bueno”. Hacer el bien, cuando no roza las conciencias de los poderes establecidos es aceptado por todos, pero cuando cuestiona a los demás se convierte en incómodo. Sin embargo es ésta, la misión del que ha decidido seguir los pasos del Señor resucitado. “Cuando doy pan al pobre me llaman santo, pero cuando pregunto por qué el pobre no tiene pan me llaman comunista”. Dejando al margen, ideologías que a veces se mezclan con la fe, lo cierto es que en nuestro día a día tenemos multitud de oportunidades de hacer el bien, de decir la verdad, de gritar lo que es justo, y no siempre nos atrevemos a hacerlo por si las consecuencias no nos son favorables. Sin embargo ahí se encuentra la libertad del cristiano, que no es otra que la libertad del maestro al que pretendemos seguir de cerca.


P. Juan R. Celeiro

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA Fiesta

Feliz Aniversario sacerdotal