Día 14 : La gloria de amar a Jesús

 En el nombre del Padre 

y del Hijo

Y del Espíritu Santo,

Amén.

Salgamos de nuevo a nuestro desierto interior para aprender a orar y a seguir a Jesús más íntimamente. Hoy continuamos con la gloria, es decir, con los misterios gloriosos. Meditamos los misterios gloriosos los miércoles y los domingos. De este modo, anticipamos la felicidad de la vida después de la muerte.


La gran noticia de la salvación es que esta vida no tendrá fin, un día incluso tendremos la plenitud de ella. Es lo que decía la pequeña Teresa poco antes de morir: "No muero, entro en la vida". Todas nuestras angustias, todos nuestros miedos, todas nuestras penas y todas nuestras preguntas tendrán una respuesta única en Jesús, en su amor, cuando nos tome en sus brazos y nos diga “se acabó, bienvenido a casa, te estaba esperando".


Habremos combatido el buen combate hasta el final, habremos permanecido fieles al Evangelio y a la gracia. Señor, ¡apresura tu regreso! ¿En qué consiste esta gloria?: en tener al Espíritu Santo, aquí y ahora, y ¿cómo sabemos si estamos llenos de él? 


En primer lugar, por el hecho de que llamamos a Dios Padre nuestro, porque nadie puede decir abba padre si no es el Espíritu Santo quien está en él. Y en segundo lugar, por los frutos del Espíritu, como dice San Pablo a los Gálatas: 


Estos son los frutos del Espíritu: amor, alegría, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, dominio propio (Gal. 5,22).


Por supuesto que hay momentos difíciles, por supuesto que la vida cristiana es exigente, pero como escribió Isaac el Sirio, un padre de la Iglesia: 


Las obras de nuestro Señor son amargura seguida de dulzura, oscuridad seguida de luz, tristeza seguida de alegría; mientras que las obras del mundo son dulzura seguida de amargura, luz seguida de oscuridad, alegría seguida de tristeza. Conocerá la verdad quien haya probado estas cosas por experiencia y no sólo por los dichos de otros.


Entremos en esta gloria. ¡Jesús está vivo!, María Magdalena lo vio en la mañana de Pascua, y quería tocarlo y tomarlo en sus brazos, ¡estaba tan alegre que lloró de alegría!... El viernes había visto con sus propios ojos lo indecible, lo abominable, y ahora Jesús estaba ante ella… Sólo conservaba unos pocos estigmas para demostrar que, efectivamente, había sido crucificado. Pronto se difundió la noticia y los apóstoles se dividieron: ¿acaso debían creerlo? Sí, se aparece, come, habla, exhorta, endereza, incluso perdona... Emn esto se resume la profundidad del intercambio con Pedro: "¿Me amas?" … “Sí Señor, a pesar de mis faltas, a pesar de no haber estado presente en la Cruz y de haber negado tu nombre, sí te amo. Y a partir de ahora seré humilde, no me creeré por encima de los demás respecto a mi fe”.

Luego está la Ascensión, ¡la promesa del cielo! Pentecostés, el envío en misión que nos recuerda a todos que hemos recibido nuestra herencia; ¡Dios vive en nosotros por su Espíritu! Somos templo del Espíritu, cuerpo de Cristo.


Y continuamos con los misterios de la Virgen María, la Asunción y la coronación en el cielo. “Señor, ayúdanos a permanecer fieles a la oración silenciosa como María, y María ayúdanos a amar a Jesús”.


Al final de esta semana, Jesús te hará la misma pregunta que le hizo a Pedro después de la resurrección: “¿Me amas?” Si puedes, responde en voz alta “SÍ”. Con todo tu corazón. Dile a Jesús que lo amas.


¿Me amas más que a nada en el mundo? 

Sí, Señor.

¿Me amas tanto que quieres pasar tiempo conmigo todos los días? 

Sí, Señor.

¿Me amas? 

Sí, Señor, tú lo sabes todo, ¡sabes muy bien que te amo!


Dediquemos hoy un momento a rezar una decena del rosario, meditando el misterio de la resurrección. ¡Jesús está vivo! Pidamos la gracia de creerlo de todo corazón. ¡Porque es verdad!


Ya estamos preparados para entrar en la última semana. Pronto llegaremos a Belén, ante el niño Jesús, para pasar un rato con él en la cuna. Antes, vamos a descubrir la dimensión misionera de nuestra oración. Recordemos que, establecer una relación de amor con Dios, llenarse de Dios cada día, ¡nos lleva inevitablemente a querer anunciarlo! Este tesoro no puede guardarse celosamente.



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