Lecturas de hoy




 Lectura del libro de la Sabiduría

1, 1-7

 

Amen la justicia, ustedes, los que gobiernan la tierra,

piensen rectamente acerca del Señor

y búsquenlo con sencillez de corazón.

Porque Él se deja encontrar por los que no lo tientan,

y se manifiesta a los que no desconfían de El.

Los pensamientos tortuosos apartan de Dios,

y el poder puesto a prueba confunde a los insensatos.

 

La Sabiduría no entra en un alma que hace el mal

ni habita en un cuerpo sometido al pecado.

Porque el Santo Espíritu, el educador, huye de la falsedad,

se aparta de los razonamientos insensatos,

y se siente rechazado cuando sobreviene la injusticia.

 

La Sabiduría es un espíritu amigo de los hombres,

pero no dejará sin castigo las palabras del blasfemo,

porque Dios es el testigo de sus sentimientos,

el observador veraz de su corazón,

y escucha todo lo que dice su lengua.

Porque el espíritu del Señor llena la tierra,

y Él, que mantiene unidas todas las cosas,

sabe todo lo que se dice.

 

Palabra de Dios.



El sabio pretende enseñar, ante todo, el camino para encontrar a Dios y llegar a ser justo. Dios es misterio, sus caminos son ocultos, sus planes secretos. Por esto concibe la vida del justo como una búsqueda del Señor. Es la vida de fe, en la que al comenzar a caminar ya se ha llegado de alguna manera al término. Dios no se deja ganar en generosidad. Si lo buscamos sinceramente, nos encontraremos con él. La sabiduría pertenece al ámbito de lo divino, ella y Dios son inseparables; por eso, donde no está Dios tampoco puede estar la sabiduría. El Espíritu Santo es la potencia divina que mora en el justo y orienta su vida como maestro interior. A Dios nada se le oculta; él penetra hasta lo más íntimo del hombre.


 

 

SALMO RESPONSORIAL                               138, 1-10

 

R.  ¡Llévame por el camino eterno, Señor!

 

Señor, Tú me sondeas y me conoces,

Tú sabes si me siento o me levanto;

de lejos percibes lo que pienso,

te das cuenta si camino o si descanso,

y todos mis pasos te son familiares. 

 

Antes que la palabra esté en mi lengua,

Tú, Señor, la conoces plenamente;

me rodeas por detrás y por delante

y tienes puesta tu mano sobre mí;

una ciencia tan admirable me sobrepasa:

es tan alta que no puedo alcanzarla. .

 

¿A dónde iré para estar lejos de tu espíritu?

¿A dónde huiré de tu presencia?

Si subo al cielo, allí estás Tú;

si me tiendo en el Abismo, estás presente. 

 

Si tomara las alas de la aurora

y fuera a habitar en los confines del mar,

también allí me llevaría tu mano

y me sostendría tu derecha. 

 

 

 


 

   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

17, 1-6

 

Jesús dijo a sus discípulos:

«Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquél que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Por lo tanto, ¡tengan cuidado!

Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: "Me arrepiento", perdónalo».

Los Apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe».

Él respondió: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: "Arráncate de raíz y plántate en el mar", ella les obedecería».

 

Palabra del Señor.




“ Auméntanos la fe 




 Tres son los temas que trata el evangelio de hoy: el escándalo, el perdón y la fe. Empieza por el escándalo. El que escandaliza es el que pone a alguien un obstáculo, una piedra en el camino del seguimiento de Jesús, para hacerle tropezar, para que deje esta senda. Apartar a alguien de Jesús y de su camino siempre es grave y hace mucho daño. Y para Jesús hay escándalos y escándalos. El más grave es el que se dirige a “uno de estos pequeños”… el mal que produce es mayor. Pocas palabras salen de la boca de Jesús tan duras como en las que condena este escándalo y muestra la suerte del que escandaliza: “Más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar”. La fe, la amistad con Jesús, es demasiado sublime para que alguien con sus escándalos  intente apartarnos de ella.

En la misma línea, siempre para vivir el tesoro de la fe, de la amistad con Dios, Jesús pide que perdonemos al que nos ofende siete veces al día y siete veces se arrepiente. La razón la sabemos: porque eso es lo que hace nuestro Dios con nosotros. Esa suerte tenemos. No es extraño que después de lo oído a Jesús, los apóstoles le pidieran que les aumentase la fe.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

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