Busquemos la reconciliación



La reconciliación es un elemento necesario para la convivencia
humana y significa recuperar o reconstruir lo que se rompe
en pedazos o se daña. Reconciliación implica volver a empezar
una relación más profunda y restablecer con fundamentos
más sólidos lo que se está desmoronando.
Significa volver a construir un puente que conduzca
a una mejor relación entre dos o más personas.

Todo el mundo tiene cosas feas y malas, pero rápidamente
y sin medir las consecuencias levantamos el dedo para señalar
y acusar a los demás. Pasamos por la vida inmaculados e intachables,
creyendo que somos los únicos perfectos y esto es muy peligroso.
Al convertirnos en jueces, creemos que todos los demás merecen
enfrentar nuestra justicia y seguimos por la vida señalando culpabilidades.

El Reino de Dios es un mundo de personas reconciliadas, solidarias
y en armonía, que respetan la dignidad humana y pueden dialogar.
Es un mundo donde podemos convivir, comunicarnos y entendernos;
un mundo donde hay justicia social, donde nos sentimos
verdaderamente hermanos y nadie pase hambre física ni de amor.
El Señor quiere un mundo donde Cristo Jesús reine y se viva la fraternidad.

Escucha hermano, para que el Reino de Dios se haga presente
en nuestra vida, necesitamos reconciliarnos con el Señor.
Nadie puede reconciliarse con su hermano si no está previamente
reconciliado con Dios. La fuente del amor, la comprensión,
la generosidad y la paz es Dios, nuestro Señor.
El amor de Dios brota como un ojo de agua que derrama
el agua cristalina a borbotones, llevando un caudal
impresionante y convirtiéndose en un río majestuoso.

Si queremos vivir reconciliados con los demás, reconciliémonos con Dios.
Caigamos de rodillas ante el Señor y pidamos perdón por nuestros pecados,
para que Él arranque de raíz el mal y las sombras que hay en nuestra vida
y con Su poder y Su fuerza rompa las cadenas que nos atan al pecado.
Reconciliados con el Señor, puestos de rodillas ante Él, recibiendo esa paz
que solamente Él nos puede dar, esa paz que es el mismo Dios,
podemos levantarnos y abrir los brazos para acoger a nuestros hermanos.
No puede existir reconciliación con los demás si no existe una previa
reconciliación con Dios. Cristo es el camino, la verdad y la vida.
Él nos conduce a un Padre amoroso que está siempre
esperándonos para reconciliarnos.

Ora mucho por la persona con quien tú tienes problemas;
bendícela, lánzale flechas de amor profundo para que
se le ablande el corazón. Pide ayuda a Dios para lograr
la reconciliación. No olvides que con Dios todo es posible
porque con Él, tú eres . . . ¡Invencible!

Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.

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