Lectura de la primera carta de san Juan 5, 1-6




Queridos hermanos:
El que cree que Jesús es el Cristo
ha nacido de Dios;
y el que ama al Padre
ama también al que ha nacido de Él.
La señal de que amamos a los hijos de Dios
es que amamos a Dios
y cumplimos sus mandamientos.
El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos,
y sus mandamientos no son una carga,
porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo.
Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe.
¿Quién es el que vence al mundo,
sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Jesucristo vino por el agua y por la sangre;
no solamente con el agua,
sino con el agua y con la sangre.
Y el Espíritu da testimonio
porque el Espíritu es la verdad.

Palabra de Dios.

 En esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. “Obras son amores y no buenas razones”; “dímelo hilando”; “el mundo actual necesita más testigos que predicadores”. Es fácil decir con palabras que amamos a Dios, pero es difícil demostrarlo con nuestras obras. Cristo nos dio un solo mandamiento, un mandamiento nuevo: que nos amemos como él nos amó. Si intentamos cumplir este mandamiento de Cristo somos buenos cristianos, si no hacemos todo lo posible por cumplirlo no somos buenos cristianos y no podemos decir que amamos de verdad a Dios. Él dice que ama a Dios, pero no ama a sus hermanos es un mentiroso, nos dice san Juan. La mejor prueba de nuestro amor a Dios es nuestro amor a los hermanos, es el cumplimiento del mandamiento nuevo de Jesús. Si el mundo ve que los cristianos queremos amarnos como Cristo nos amó, creerá en nosotros y, consecuentemente, creerá en el Cristo en el que nosotros decimos creer. La mejor manera que tenemos los cristianos para convertir nuestro mundo a Cristo es cumplir el mandamiento nuevo que él nos dio. ¡Qué el cumplimiento del mandamiento nuevo de Jesús sea la mejor prueba de nuestro amor a Dios!

Gabriel González del Estal

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